ASAMBLEA NACIONAL.
El Congreso de los Diputados y el Senado de la Nacion española, constituidos legitimamente en Córtes Soberanas, se enteraron de la siguiente comunicación y mensaje de S. M. el Rey D. Amadeo I de Saboya:
PRESIDENCIA DEL CONSEJO DE MINISTROS. –Excmo. Sr.: A la una y media de este dia me he personado con el señor Ministro de Estado en la Real Cámara, á invitacion de S.M. el Rey (Q.D.G.), el cual me ha hecho entrega del adjunto documento que tengo el honnor de acompañar á V.E. para que sirva dar conocimiento de él al Congreso de los Diputados.
AL CONGRESO.
Grande fue la honra que merecí á la Nacion española eligiéndome para ocupar un Trono, honra tanto más por mi apreciada, cuanto que se me ofrecia rodeada de las dificultades y peligros que lleva consigo la empresa de gobernar un pais tan hondamente perturbado.
Alentado, sin embargo, por la resolucion propia de mi raza, que ántes busca que esquiva el peligro; decidido á inspirarme únicamente en el bien del país y á colocarmepor encima de todos los partidos; resuelto á cumplir religiosamente el juramento por mi prestado ante las Córtes Constituyentes y pronto á hacer todo linaje de sacrificios para dar á este valeroso pueblo la paz que ecesita, la libertad que merece y la grandeza que á su gloriosa historia y la virtud y constancia de sus hijos le dan derecho, creí que la corta experiencia de mi vida en el arte de mandar seria suplida por la lealtad de mi carácter, y que hallaria poderosa ayuda para conjurar los peligros y vencer las dificultades que no se ocultaban á mi vista en las simpatías de todos los españoles amantes de su patria, deseosos ya de poner término á las sangrientas y estériles luchas que hace tanto tiempo desagrran sus entrañas.
Conozco que me angañó mi buen deseo. Dos largos años há que ciño la Corona de España, y la españa bive en constante lucha, viendo cada dia más lejana la era de paz y de ventura , que tan ardientemente anhelo. Si fuesen extranjeros los enemigos de su dicha, tan valientes como sufridos, seria el primero en combatirlos, pero todos los que con la espada, con la pluma, con la palabra agravan y perpetúan los males de la Nación son españoles, todos invocan el dulce nombre de la patria, todos pelean y se agitan por su bien; y entre el fragor del combate, entre el confuso, atronador y contradictorio clamor de los partidos, entre tantas y tan opuestas manifestaciones de de la opinion pública es imposible atinar cuál es la verdadera, y más imposible todavia hallar el remedio a tamaños males.
Lo he buscado ávidamente dentro de la ley y no lo he hallado. Fuera de la ley no ha de buscarlo quien ha prometido observarla.
Nádie achacará a flaqueza de ánimo mi resolucion. No habria peligro que me moviera á desceñirme la Corona si creyera que la llevaba en mis sienes para bien de los españoles: ni causó mella en mi ánimo el que corrió la vida de mi augusta esposa, que en este solemne momento manifiesta como yo el vivo deseo de que en su dia se indulte á los autores de aquel atentado.
Pero tengo hoy la firmísima conviccion de que serian esteriles mis esfuerzos é irrealizables mis propósitos.
Estas son, Sres. Diputados, las razones que me mueven á devolver á la Nacion, y en su nombre a vosotros, la Corona que me ofreció el voto nacional, haciendo de ella renuncia por mí, por mis hijos y sucesores.
Estad seguros de que al desprenderme de la corona no me desprendo del amor á esta España tan noble como desgraciada, y de que no llevo otro pesar que el de no haberme sido posible procurarla todo el bien que mi leal corazon para ella apetecía.
PRESIDENCIA DEL CONSEJO DE MINISTROS. –Excmo. Sr.: A la una y media de este dia me he personado con el señor Ministro de Estado en la Real Cámara, á invitacion de S.M. el Rey (Q.D.G.), el cual me ha hecho entrega del adjunto documento que tengo el honnor de acompañar á V.E. para que sirva dar conocimiento de él al Congreso de los Diputados.
AL CONGRESO.
Grande fue la honra que merecí á la Nacion española eligiéndome para ocupar un Trono, honra tanto más por mi apreciada, cuanto que se me ofrecia rodeada de las dificultades y peligros que lleva consigo la empresa de gobernar un pais tan hondamente perturbado.
Alentado, sin embargo, por la resolucion propia de mi raza, que ántes busca que esquiva el peligro; decidido á inspirarme únicamente en el bien del país y á colocarmepor encima de todos los partidos; resuelto á cumplir religiosamente el juramento por mi prestado ante las Córtes Constituyentes y pronto á hacer todo linaje de sacrificios para dar á este valeroso pueblo la paz que ecesita, la libertad que merece y la grandeza que á su gloriosa historia y la virtud y constancia de sus hijos le dan derecho, creí que la corta experiencia de mi vida en el arte de mandar seria suplida por la lealtad de mi carácter, y que hallaria poderosa ayuda para conjurar los peligros y vencer las dificultades que no se ocultaban á mi vista en las simpatías de todos los españoles amantes de su patria, deseosos ya de poner término á las sangrientas y estériles luchas que hace tanto tiempo desagrran sus entrañas.
Conozco que me angañó mi buen deseo. Dos largos años há que ciño la Corona de España, y la españa bive en constante lucha, viendo cada dia más lejana la era de paz y de ventura , que tan ardientemente anhelo. Si fuesen extranjeros los enemigos de su dicha, tan valientes como sufridos, seria el primero en combatirlos, pero todos los que con la espada, con la pluma, con la palabra agravan y perpetúan los males de la Nación son españoles, todos invocan el dulce nombre de la patria, todos pelean y se agitan por su bien; y entre el fragor del combate, entre el confuso, atronador y contradictorio clamor de los partidos, entre tantas y tan opuestas manifestaciones de de la opinion pública es imposible atinar cuál es la verdadera, y más imposible todavia hallar el remedio a tamaños males.
Lo he buscado ávidamente dentro de la ley y no lo he hallado. Fuera de la ley no ha de buscarlo quien ha prometido observarla.
Nádie achacará a flaqueza de ánimo mi resolucion. No habria peligro que me moviera á desceñirme la Corona si creyera que la llevaba en mis sienes para bien de los españoles: ni causó mella en mi ánimo el que corrió la vida de mi augusta esposa, que en este solemne momento manifiesta como yo el vivo deseo de que en su dia se indulte á los autores de aquel atentado.
Pero tengo hoy la firmísima conviccion de que serian esteriles mis esfuerzos é irrealizables mis propósitos.
Estas son, Sres. Diputados, las razones que me mueven á devolver á la Nacion, y en su nombre a vosotros, la Corona que me ofreció el voto nacional, haciendo de ella renuncia por mí, por mis hijos y sucesores.
Estad seguros de que al desprenderme de la corona no me desprendo del amor á esta España tan noble como desgraciada, y de que no llevo otro pesar que el de no haberme sido posible procurarla todo el bien que mi leal corazon para ella apetecía.
No hay comentarios:
Publicar un comentario